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Sobre su nombre y nacimiento
hasta el día de hoy no están
las historias de acuerdo: fue
desconocido y vulgar.
Cuantos le hablaban, le olvidaban
en seguida, para quedar
sin darse cuenta otro poco
más alegres, más en paz.
Quién no le pinta encerrado
en mística soledad;
quién dice que habitó en el ruido,
dejó familia y ganó pan.
Sólo nos consta que solía,
al salir de su portal,
mirar el color del cielo
y, tropezando, supirar.
Que le gustaba andar despacio,
ir silbando a ver pasar
la gente, y tenía algunas
dulces manías que cultivar.
Sin pensarlo mucho, rezaba
con costumbre de olvido ya,
confiaba y se distraía
en la vida y su zumbar.
Murió, y despertó asombrado
al encontrarse santo allá;
riega milagros pequeños
que a nadie dan nada que hablar.
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